
En 1217 Fernando fue coronado Rey de Castilla, la corona que su madre había renunciado a favor de él; y en 1230 heredó la corona de León, aunque sin poder evitar una guerra civil, ya que muchos se oponían a la unión de los dos reinos. Eligió como consejeros a los hombres más sabios del Estado, se ocupó de administrar estrictamente la justicia y tenía mucho cuidado en no sobrecargar a sus vasallos con impuestos, por temer más, según decía, la maldición de una vieja pobre que a un ejército entero de sarracenos.
Siguiendo el consejo de su madre, Fernando se casó con Beatriz, la hija de Felipe de Suabia, Rey de Alemania, una de las princesas más virtuosas de la época. Dios bendijo la unión con siete hijos: seis príncipes y una princesa.
Las metas más altas en la vida de Fernando fueron la propagación de la fe y la liberación de España del yugo sarraceno. De aquí sus guerras continuas contra los sarracenos. Él les quitó territorios vastos, solo los reinos de Granada y Alicante quedaron en el poder de ellos a su muerte.
En las ciudades más importantes fundó obispados, restableció el culto católico por todas partes, construyó iglesias, fundó monasterios y hizo donaciones a hospitales. Los mayores gozos de su vida fueron las conquistas de Córdoba (1236) y Sevilla (1248).

Fundó la Universidad de Salamanca, la Atenas de España. Fernando fue enterrado en la gran catedral de Sevilla ante la imagen de la Santa Virgen, vestido, según su propia petición, con el hábito de la Tercera Orden de San Francisco.
Ocurrieron muchos milagros junto a su sepulcro, y Clemente X lo canonizó en 1671. Su cuerpo sigue incorrupto, pudiéndose contemplar en el 30 de mayo, la fiesta particular de San Fernando que se celebra en España y entre los minoritas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario